El Gato Montés en el Prepirineo

En los campos y bosques del Prepirineo, en ocasiones, podemos cruzarnos con un mamífero muy especial: el gato montés. Muy parecido al familiar gato doméstico, no es sencillo de diferenciar, siendo sus características principales el ser un poco más robusto, tener las patas más cortas y la cabeza más grande, con unos bigotes caídos bien visibles y un color pardo grisáceo fundamental para ocultarse entre la maleza. La cola que se va engrosando a medida que llega al final con sus rayas negras, también es bastante característica.

Como la mayoría de los felinos, sus costumbres son solitarias y son de carácter muy territorial. El macho suele tener un radio de acción mínimo de 20 Km, que delimitará con marcas de orina y excrementos expuestos claramente para ser percibidos por sus coetáneos, que evitarán el enfrentamiento directo. El territorio lo puede compartir con entre 2 y 5 hembras, e incluso se puede emparejar con alguna de ellas para realizar labores de caza, algo que nunca hará junto con otro macho.

Si hay alguna especie que abunda y puede formar parte de su dieta, este depredador se especializará en ella. Es decir, si abundan los conejos, cazará mayormente conejos; si abundan roedores, se alimentará mayoritariamente en roedores. Cuando no encuentra ni conejos ni roedores suficientes es cuando se vuelve más generalista y complementa su dieta con musarañas, topos, reptiles e insectos.

A comienzos de año este gato salvaje empieza su época de reproducción, hasta bien entrada la primavera e incluso el verano, teniendo dos meses de gestación y camadas de entre 3 y 4 ejemplares. Los cachorros permanecerán con la madre hasta el invierno, empezando a campear con ella a los tres meses, y alcanzarán la madurez sobre los diez. Esta especie también se puede reproducir con el gato común, resultando una hibridación que, si bien en Europa es bastante frecuente, no lo es tanto en España. La hembra, para criar, lo hará en zonas de arbustos, huecos en troncos o escondrijos similares como pequeñas cuevas o madrigueras amplias.

Al igual que su primo el Lince ibérico, su hábitat se ha visto terriblemente disminuido en las últimas décadas, y aunque su población es aparentemente estable, hay muchos factores que ponen en peligro su población: el creciente urbanismo, la tala de zonas arboladas, los venenos y pesticidas que disminuyen sus presas… En definitiva, una acción humana que no tiene en cuenta el respeto por la naturaleza y se olvida de cuidar lo más valioso que tenemos: la biodiversidad.

Para poder divisarlo, hay que estar al tanto en las zonas de campos y arbustos, las cuales recorre en busca de alimento. Si bien es difícil de ver cuando comienza el buen tiempo y el día alarga, puesto que es de hábitos nocturnos, en el invierno suele dejarse ver de día, eso sí, no de manera sencilla pues es bastante huidizo.

Es una maravilla poder contar con este mamífero tan especial en el Prepirineo, y aunque se parezca mucho al gato doméstico, encontrarse con él es siempre una experiencia impactante.